Tu cuerpo te ha empezado a hablar.
Aún no reconoces el idioma,
no disciernes  las palabras.
Pero sabes que te está hablando.
 
Hija querida, escúchalo. Hazlo  atentamente.
Es tu propio idioma. Tu identidad.
 
Explóralo. No te des prisa ni tengas miedo.
Descubre su gramática, inventa tu propia sintaxis.
Conjuga los verbos hasta que los encuentres regulares.
Crea tu propia academia. Escribe tu propio diccionario.
 
Tu cuerpo está lleno de bellas promesas, de  misterios maravillosos.
Ya lo verás, ten paciencia.
Deja que tu cuerpo hable y respeta cuando pone punto.
 
Tu cuerpo es tu país, sólo tuyo.
Marca donde comienza tu libertad. Y dónde termina.
Ahí dentro tu palabra es ley.
No permitas que nadie te haga creer otra cosa.
¡No permitas que nadie levante la voz!
¡Que nadie se burle de tu pronunciación!
Y expulsa a esos falsos profetas que dicen interpretar
mejor que tú tus  palabras.
 
No los dejes entrar. Nunca.
Tu cuerpo tiene libertad de expresión.
Usa esta libertad solamente
con quien tenga necesidad de escuchar.
 
Deja entrar a uno, diez o doscientos.
Pero que nunca entre alguien que no deseas.
Defiende tu cuerpo.
 
Cuando no quieras…
siente cada caricia que no deseas
como  una violación microscópica,
cada  beso que te roban
como una declaración de guerra.
 
Cuando no quieras…
que tus piernas sean un puesto fronterizo;
tus  tendones alambres de púa y cada poro, un soldado.
 
Cuando no quieras…
di no, no, no, ¡No! Cuántas veces quieras.
”No” es el último bastión de tu libertad. Defiéndelo.
 
Pero cuando quieras. ¡Cuando quieras!
Detrás de tus dientes apretados hay un ejército de besos.
¡Ponlo al servicio del amor!
El que dura una vida, un año, un verano… o solo unos suspiros.
 
Cuando quieras…
tu cuerpo es un país en un mundo con otros países.
Explóralos sin miedos. Sin prejuicios.
Cruza mares, descubre continentes y abre canales,
no  para mercancías, sino para sentimientos.
Escucha tu cuerpo, es tu brújula.
 
Cuando quieras…
¡Viaja con una bandera blanca!
Porque no se trata de conquistar, sino de capitular juntos.
 
Una cosa más, hija amada:
No tomes nunca tu libertad por dada.
Para cosecharla, debemos sembrar con sangre, lágrimas y lucha.
 
Hay millones de mujeres que han luchado y lo siguen haciendo
por  su libertad y por la tuya.
 
¡No les des nunca la espalda!  Al contrario, ¡dales una mano!

/Papá

(martinhezpeleta@hotmail.com)