Las Abuelas imprescindibles
avHay hombres que luchan un dia y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles.
Bertold Brecht
Ella es una coleccionista de amenazas y no es casualidad.
Es una malparida que no sabe callarse, no sabe comportarse,
no respeta el orden de las cosas y tiene serias dificultades con la autoridad.
Definitivamente es un caso perdido.
A Sonia Torres no le entran balas.
Desde que le mataron la hija y le afanaron el nieto es una verdadera patada en los huevos.
No perdona, no negocia, no olvida.
– Alguién nos dio la sabiduría que con llorar y quedarnos en la casa no ibamos a obtener nada.
Salir y buscarlos también nos dio la oportunidad de reivindicar la lucha de ellos,
dice Sonia que está en Abuelas de Plaza de Mayo desde los inicios de la organización.
El llanto se transformó en lucha, así las lágrimas no fueron tan saladas y los suspiros pudieron hacer pié.
Su hija Silvina estaba embarazada de seis meses. A traves de los testimonios de los sobrevivientes del
campo de exterminio, La Perla, se sabe que Silvina dio a luz y que el bebé sobrevivió.
– Media hora después de que habían secuestrado a mi hija, el 26 de marzo de 1976, ya estaba golpeando puertas. Nunca me imaginé que no los volvería a ver.Es una búsqueda terrible. Estás doce horas por día buscándolos y cuando llega la noche y no los has encontrado, es como enterrarlos de nuevo. A la mañana sacás fuerzas y volvés a empezar, cuenta Sonia.
Los entierra de noche y los resuscita de dia.
Así durante 35 años.
Ellos no se lo esperaban.
Sonia Torres fue un error de cálculo.
Asesinaban, torturaban, robaban recién nacidos.
Todo envuelto en miedo, complicidades y pruebas borradas.
Como un preservativo gigantesco que les aseguraría la impunidad.
Pero el preservativo estaba pinchado.
Las Madres y las Abuelas fueron un embarazo no deseado.
Madres del amor, hijas del terror.
Su peor pesadilla.
Y ahora se las tienen que aguantar.
– Una abuela nunca ha bajado los brazos. Pero el paso del tiempo repercute en nuestra ansiedad.
Cuando voy a ver a la jueza le pido que por favor se apure, que el tiempo se me acaba.
Yo necesito encontrar a mi nieto. Quiero verlo y contarles desde el principio quienes fueron sus padres,
por qué lucharon y por qué se los llevaron, dice Sonia, que a pesar de tener más de 80 años es una pendeja en Abuelas.
Es el miedo de Sonia. Quizás el único miedo que le queda.
Que la muerte la encuentre sin haber conocido a su nieto.
Abuelas de Plaza de Mayo nunca tendría que haber nacido, pero ya tienen 33 años.
No da para soplar velitas en sus cumpleaños.
Pero si sacarse el sombrero.
No, mejor arremangarse, que es el mejor homenaje que se les puede hacer a las imprescindibles.